Al frente del Dos Manos encontramos dos socios y amigos, Eyal Arbiu y Ofer Kabilo, con pasión común por la cocina: Eyal, que llegó a los 24 años a Barcelona para formarse en la Hofmann fue parte partícipe del Baldomero y Ofer, con experiencia en restauración en Israel, abrió Nina Barcelona justo antes de la pandemia y tuvo que cerrar. Cual Epi y Blas o Yin y Yan, se complementan, Eyal con un talante que tiende a la fusión y Ofel, casi de guardián del sabor tradicional. ¿El resultado? La base innegociable de la tradición del sabor de Oriente Medio: cilantro y especias.
Eyal Arbiu, israelí de nacimiento, es una mezcla de libanés y turco, y si escarbamos más en su genealogía, pasamos por Grecia, México y España. Eyal encarna la cocina israelí en esa descripción: un collage de diversas culturas fruto de la inmigración y del éxodo a raíz de la II Guerra Mundial del s.XX que se han encajado como piezas de un engranaje superior. Esa cocina ya tiene identidad propia y ésa viene definida por la sabrosa e informal comida callejera, que se obtiene en puestos ambulantes y se consume en la calle, con esas Dos Manos.
En esta casa, la base es la pita pero se ofrece la opción de comer el relleno al plato. Es tal la devoción a este pan plano y húmedo que a las 7 pitas fijas se le suma una especial, que puede variar a diario. Todo depende de Eyal, de sus ganas de jugar y del producto local que tenga a disposición para crear una pita muy efímera donde las especias típicas cobran protagonismo para sorprender y deleitar.
Desde su cocina abierta, en la que Eyal y su equipo afanan de espaldas al comensal (por las dimensiones reducidas del local) es normal cruzarse con su mirada inquisitiva porque con un ojo, vigila lo que tenga en el fuego y con el otro, las caras de su clientela. El calor humano, el dar de comer y observar la reacción, buscando un gesto de satisfacción es también parte de la cocina israelí, explica Eyal.
Calor y hambre es la que entra cuando se ven desfilar esas pitas rebosantes de ingredientes. Pero como debe tener un inicio, nos decantamos por probar un par de entrantes: el bonfire, un espectáculo de berenjena asada, queso labneh, tahini, miel de dátil y sumac que sorprende por su suavidad y potencia, aunque parezca un sin sentido y el Halloween, con calabaza dulce, queso feta, miel de granada, harissa picante, comino y eneldo, ejemplificando esa sensación de especiado dulzón e intenso que define esta cocina y que tanto nos gusta.
Pongámonos serios: llegan dos pitas que con sólo leer los ingredientes, debíamos tragar saliva de la emoción. La Arais tradicional va rellena con carne, casi siempre ternera pero Eyal propone una versión con merluza cortada a cuchillo, hierbas frescas, tzatziki, tahini y amba que hace entornar los ojos en blanco por su jugosidad. ¿El secreto? la cocción del pescado se hace en el propio pan pita. La Aliza nos sorprende por cómo se integran los sabores sin enmascarar al cordero. Lleva ternera y cordero, col blanca, tomate y cebolla asada, tahini y amba.
El ticket medio es ajustadísimo, unos 15€, pero lo es aún más su Menú del Día porque por 12€ se puede escoger un entrante (de racionado muy generoso) y una pita (sabrosa y saciante a pares iguales). Está disponible los mediodías de lunes a viernes. Acompáñalo de sus vinos a copas, en constante rotación y a elegir entre 3 opciones de blanco y 3 de tinto, de proyectos vitivinícolas interesantes y, en muchas ocasiones, naturales. Si a todo ello se le suma la opción de delivery y de take away, ¿Quién da más suculencia, pues?
