John Wilmot, poeta libertino inglés que vivió a mediados del s.XVII, hijo de aristócrata, es reconocido como el ideólogo del libertinaje con todos sus clichés: vida disoluta, aventuras extramatrimoniales con ambos sexos y pasión por la bebida y la comida copiosa y reconfortante. Éste es el punto de partida de una visión que De Diego lleva tiempo barruntando, llevándolo al terreno del disfrute pleno y absoluto en el territorio gastronómico: nuestro colmado es un lugar hedonista donde sentarse a disfrutar comiendo buen producto y bien guisado, explica un De Diego sonriente.
Y lo hace con Colmado Wilmot, un local que acaba de abrir hoy y ya está hasta los topes, en la confluencia de las calles Calvet con L’Avenir. Hay producto expuesto en vitrinas, tanto para uso en la cocina y sala como para vender a todo ávido comensal (y que el disfrute siga en sus casas): quesos, una selección de embutidos donde encontrar la célebre sobrasada picantona de Can Company o su novísima figatella, la nueva apuesta del charcutero mallorquín Xesc Reina, laterío fino y algún que otro producto gourmet pero que no nos haga olvidar que a lo que se viene a Wilmot es a dejarse llevar en su barra o en sus mesas.
Anteriormente era La Campana, un clásico de barrio que hace 100 años ya era bodega y en los últimos tiempos era un templo de comida gallega tradicional. Con Wilmot el guiso sigue, con fricandó, callos y demás delicias, un chup chup que De Diego ya cocinaba para la comida del personal en elBulli. Curiosamente, Wilmot iba a ser el primer proyecto de la era post Apluma (que vendió en 2022) pero por logística se adelantó Tamae (con su socio y amigo Albert Raurich) y poco después Bar Lombo, un restaurante de sabrosa esencia mediterránea e italiana. Wilmot y Bar Lombo tienen muchos puntos en común, entre ellos el regreso a una cocina lenta, de elaboración más tradicional, con cierta nostalgia a las recetas de toda la vida (que seguro que De Diego consulta en su afamada biblioteca de libros gastronómicos centenarios). Disfruto comiendo y conectando lo que como a lo que me lleva buenos recuerdos, explica De Diego, y te aseguro que los restaurantes que creo son aquellos en los que me sentaría con mi mujer y mis hijos a disfrutar.
Sí, guisos, pero también plancha, donde se dora la piel del pescado de lonja que llega los martes o los mariscos, y encurtidos, como la selección propia con la que elabora gildas. Hacia nuestro trozo de barra empiezan a desfilar esas viandas disfrutonas: una selección de encurtidos donde no falta su gilda con su anchoa, una ensaladilla rusa buenísima y unas cigalitas pasadas por la plancha, un trío imbatible.
Llega una locura disfrutona elevada a su enésima potencia: una tortilla de patatas bien jugosa con una cama de callos y cap y pota. Un tres en uno que solo con su recuerdo nos hace relamer de nuevo: ¡este plato no puede ser más Wilmot! Suculencia sin caer en el recurso fácil de la abundancia, aunque la mayoría de tapas y guisos tiene dos formatos, el de ración y el de rabanera (que equivaldría a una media ración).
Fricandó, una sola palabra que adquiere su significado cuando la pruebas en esta casa. Fina, con sabor, punto justo de potencia, tierna y juguetona. Nos ha faltado algo más de pan pero hemos rebañado con la insistencia del tenedor.
Y postres, claro. Todo casero, por supuesto. Nos ha llamado la atención la tarta de Santiago y quizás como guiño al pasado de este local, nos hemos decidido por ella. Menos húmeda de lo esperado pero muy buena, en todo caso.
Hay muchos momentos de consumo en Wilmot, desde primera hora de la mañana, con sabrosos bocadillos con pan de flauta y buen café de especialidad, siguiendo durante el mediodía y hasta bien entrada la noche, regándose con la selección de vinos: desde su vino de tiro de la casa (sin etiqueta) a vinos de entre 300 y 400€, una basta selección de más de 120 referencias que busca ofrecer esa experiencia hedonista a todos los bolsillos, modestos y pudientes, con un precio de descorche democrático de 8€.
¿Siguiente parada de De Diego? Menorca, una marisquería pop up, en Es Castell, de mayo a septiembre. Quizás te pille un poco lejos pero desde ya, las puertas del Wilmot están abiertas para que disfrutes sin complejos y sin tiempo. De lunes a viernes abre desde las 8 hasta las 22h y sábado y domingo cierra algo antes, a las 16h.