Sant Gervasi cuenta con una consolidada oferta gastronómica y hoy os hablamos de uno de sus restaurantes insignia que hace pocos meses ha mudado de local sin tocar un ápice de la calidad y servicio que tanto gusta a sus clientes: La Xarxa, con Carlos Allué a su cabeza, firmando una propuesta de cocina de mercado y aromas marineros que siempre acierta.
¿QUÉ DEFINE A LA XARXA?
Vaya por delante la confesión de un secreto: sentimos predilección por Carlos Allué y un cariño especial por el creador del concepto, José Varela, gerente del Grupo Varela. Varela, disfrutón de alto nivel, fue quien nos insistió en ir a conocer Sa Jambina en una sobremesa y creednos, compartir mesa con esta figura de la gastronomía local de los últimos 25 años da para hacer libros. En todo caso, comimos de maravilla en La Xarxa, que estrena ubicación a poco metros de la original, ganando con el cambio un emplazamiento más transitado, una terraza de envidia y un local con personalidad que encaja en el servicio tabernero de nivel que tanto gusta ofrecer a Allué y Varela.
¿QUÉ COMER EN LA XARXA?
Conocimos la Xarxa en 2017 y ya nos sorprendieron por entonces sus platos sencillos (que no simples) de ejecución y sabor de matrícula de honor. Ahora desde la Plaça Molina la evolución de la carta original es recatada, fruto de una propuesta consolidada y fuerte. El local, que durante 36 años ocupó La Bodega, ha recuperado su esplendor ajustándose como zapato de Cenicienta a una Xarxa que ya en esencia era una taberna: carta corta repleta de hits, buenos vinos y una atención cercana e informal que se recuerda. A este local ya le tenía yo metido el ojo desde pequeño, confiesa Varela, cuando trabajaba con mis padres en el local contiguo… ¡es como un sueño hecho realidad!. ¿Destino? Quién sabe, pero es una romántica pirueta que en 1985 los padres de Varela trasladaran La Xarxa, una marisquería reconocida en la ciudad que nació en 1969 en la calle Brusi al número 4 de la Plaça Molina. Y que 35 años después, sea Varela hijo el que regrese La Xarxa a la plaza donde más esplendor cosechó.
Pero dejémonos de bailes de fechas y datos para centrarnos en lo que importa: en La Xarxa se come de narices. Empezar con unas anchoas del Cantábrico 00 limpiadas a mano es ya toda una declaración de intenciones: el buen producto aquí es sagrado. Seguimos con una tortilla fea de bacalao hecha al momento que finaliza Allué en la mesa y sirve en pan (de Triticum) con tomate, todo un alarde de jugosidad y ensalzamiento del sabor de sus protagonistas.
Sigue el taco de langostino con pico de gallo y mayonesa de ají, un clásico de la casa muy sabroso y equilibrado, para comer con las manos y gozarlo. El bun de pollo contado con salsa teriyaki es toda una sorpresa y su envoltura en lechuga aparte de darle un punto crunchy le da cuerpo a la vez que refresca la intensidad del interior. Más sorprendente es el tataki de lubina con guacamole y salsa ponzu: la excelencia del pescado no puede encontrar mejores compañeros que el suave guacamole y el puntito de punch de la salsa ponzu, discreta y justa.
Ojito que vienen ahora dos macro hits: no probaréis unos macarrones rellenos de carrillera en su jugo mejores, nos confiesa Allué que muchos comensales hacen kilómetros para comerlos. Más que macarrón es rigatoni y se usa como pasta de envoltorio que se rellena con una carrillera de guisado lento. Una delicada bechamel finalizada con el fondo del guiso hacen el resto de la magia. El solomillo fileteado a la mantequilla Café París es eso: un espectacular solomillo de vaca vieja gallega en su cocción y punto de sal perfecto y una canónica mantequilla Café París. La carne en la boca se hace eso, mantequilla. Finalizamos el festín con un pan de chocolate con chocolate oli i sal como broche final en una versión muy sexy: el pan no es crocante, es un briox coronado con avellanas como contrapunto.
Esta nueva Xarxa convence. Es como un update con más espacio porque permite reuniones en sus dos salones privados que pueden acoger 16 y 12 comensales, respectivamente y con un escenario perfecto: un comedor que goza de luz directa y atmósfera cálida y acogedora junto a una barra amplia con botas suspendidas y una nevera de madera original restaurada. Por no hablar de la amplia terraza, que ahora que se acaba en verano la hace objeto de deseo. Pero lo que nos gustó de la Xarxa que conocimos sigue intacto: Allué en sala prescribiendo y atendiendo como nadie y un equipo en sala muy profesional (Melani, Jaime, ¡gracias por vuestro servicio de 10!). Una máquina cuyo engranaje va fino filipino, ofreciendo regularidad a sus fieles.
Los vinos son otro de los fuertes de la casa, ofreciendo referencias aptas todos los bolsillos, con el denominador común de la calidad, de bodegas seleccionadas del territorio nacional en su gran mayoría: 13 blancos, 22 tintos, 2 rosados y 5 espumosos (Corpinnat y Champagne).
El ticket medio es de 35€ por persona. Ajustadísimo, ¿verdad? El horario es de martes a sábado, con servicio de comida desde las 13 hasta las 16h, y de cena desde las 20 hasta las 23h. En domingo, abierto de 13 a 16h, cerrando el lunes para descanso del personal.
