Rías KRU
Sí, Rías KRU te va a sonar porque es la contracción de Rías de Galicia, una de las marisquerías históricas de la ciudad y Espai KRU, la versión de la misma en elaboraciones en crudo y creativas que se alojaba en el primer piso de la marisquería. Esta fusión de nombres conlleva un ensamblaje de los dos proyectos en uno de solo: hemos normalizado una situación que, sobre todo tras la pandemia, ocurría en nuestra casa, con clientes que querían disfrutar de los mejor de las dos propuestas sin importar si estaban en Rías o en KRU, explica Borja Iglesias.
Más allá de la dicotomía modernidad versus tradición, que parece más que superada, esta nueva etapa ofrece la oportunidad de evolucionar, partiendo de un concepto que por ser fusionado, se comprende a la perfección. De ello se encarga Rafa Erbs (ex de Dos Palillos, Enigma o Pakta), junto a su equipo de 8 personas. La base común sigue siendo ese producto XXL que llega a diario desde Galicia y se observa en un vivero de 3.500 litros situado justo a la entrada, con magníficos ejemplares de langosta, bogavante o centolla. Casi como escaparate, ese producto listo para consumir se exhibe y encandila a quien pase por delante y ose mirar.
En los años 70, los tres hermanos Iglesias (Borja, Juan Carlos y Pedro) se subían a un 127 para ir al aeropuerto a recoger el marisco que les llegaba desde Galicia. Un recorrido que hacían a diario para llevar la preciada mercancía al Marisqueiro Panduriño, la marisquería familiar en Floridablanca con Paral·lel. En 1986 se trasladan a su ubicación actual, en la calle Lleida, donde empieza la leyenda de una de las marisquerías con más prestigio de Barcelona. No creamos conceptos, explica Borja, es el cliente quien te pone las pilas y te hace evolucionar. Y eso hicieron cuando abrió el centro comercial Gran Via 2: reinventarse hacia un formato más experiencial para diferenciarse y superar la idea de la marisquería tradicional. Y como han ejecutado en la actualidad, superando el bache de la pandemia y el concurso de acreedores sumando a Manuel Lao, fundador del grupo CIRSA.
Rías KRU se vehicula a través de dos menús degustaciones, sin obviar la carta. Quien busque la experiencia de mariscada más tradicional, disfrutará de su menú dedicado que, por 160€, te traslada a través de 11 platos según su cocción, empezando por el crudo y finalizando en un ajillo. Quien quiera lo mejor de lo que significaban ambos conceptos, debe escoger la experiencia del menú Rías KRU. Su precio es de 125€ por persona y ofrece 12 pases donde se alternan hits de las dos casas y alguna que otra suculenta sorpresa. Es justo esta opción por la cual nos decantamos y el recibimiento está a la altura: una croqueta de gamba y centolla crujiente y sabrosa, la anchoa ahumada con pimiento rojo y queso manchego que enrollada, sabe mejor, y un bocado de caviar excelente.
Seguimos con una tríada de marisco muy al estilo KRU: la ostra francesa nº2 con tabasco casero de granada que es refrescante e intensa; las navajas KRU y las almejas KRU, jugando con las temperaturas y con un emplatado finalizado en la mesa. Lo hace Erbs y nos confiesa que la gamba o el erizo son dos de sus productos preferidos pero que, lamentablemente por razones de un temporal, no tenían disponible.
Reconocemos el carpaccio de atún toro con aguacate, pistacho y rábano picante en cuanto llega a la mesa. El reconocimiento se mezcla con alegría y nostalgia, pues el trimonio de estos ingredientes es fantástico para disfrutar de un solo bocado.
Lo esperábamos con fruición: la selección de sashimi KRU con toro, hamachi, salmón salvaje, calamar, lomo de atún y bonito con boletus y jengibre, acompañado de su jengibre marinado en flor de saúco y el wasabi fresco. Inmenso el nigiri de hamachi y trufa que llega a continuación pero nada supera a un buen nigiri de toro soasado y a su grasa templada fundiéndose en la boca.
La traca final llega con un excelente arroz con espardeñas al punto de grano suelto y un sabor intenso y elegante. Punto y final a los pases con un wagyu a la brasa acompañado de sus ajitos laminados y salteados y patatas fritas. Se presenta en crudo para que el cliente haga la cocción al punto que desee, con la parrilla de piedra que se provee.
Nos acompañan tres vinos durante la comida, el Mosset de Sabaté i Coca y sus burbujas de Brut Nature elaborado en método champenoise en el primer tercio, el albariño Pazo Pegullal D.O. Rías Baixas en el segundo y el Rosa d’Abril de las bodegas Torelló al final. No hay tiempo para un Lustau con los postres. ¡En otra ocasión será!
Una nueva etapa que deja atrás el frenesí repartido entre Ibiza, Miami, New York y Portugal y un equipo que, tras ser 500 personas, es ahora de 80, trabajando para regresar a ese punto diferencial que hizo brillar a la familia Iglesias: crear experiencias. Así lo hacen para el Barça, hoteles o empresas y complementan de tal manera su área de negocio.
Aunque tengas entre ceja y ceja un menú degustación en concreto, pregunta por los fuera de carta. Allí encontrarás esas joyas de temporada que llegan a la cocina prácticamente vendidas antes incluso de embarcar: caviar, erizo de mar, trufa negra o angulas. Un resurgir que tanto locales como turistas que vuelven a poblar sus mesas, celebran.
Su horario es de martes a sábado, de 13:30 a 15:30h y de 20:30 a 22:30h. El domingo, abierto para servicios de comida y el lunes cerrado… Cerrado era la única palabra que nunca hubiese querido Barcelona que se hubiera asociado al Rías y su familia.