Benzina abrió sus puertas en agosto del 2018. No es una novedad en sí mismo, pero sí su carta que muta cada dos meses. Por ello, a excepción de algunos platos clásicos que no pueden quitar por aclamación popular, regresar a Benzina es vivir la experiencia casi de nuevo. Esta gasolina italo americana ubicada en Sant Antoni es cosa fina.
¿QUÉ DEFINE A BENZINA?
Empieza como un chiste: ¿qué hace un propietario medio marroquí, medio inglés con un chef de Brescia postulando una cocina italiana al estilo americano en New York? El caso es que todo encaja como muestra de una realidad poblada de ciudadanos del mundo que ponen en su mirilla Barcelona como lugar donde crecer y evolucionar. Este es el caso de este propietario, Badr Bennis, cuya trayectoria profesional le ha vinculado durante decenios a la gestión hotelera (en su mayor parte, de los Starwood y cuando los absorbió Marriott, en este grupo) viajando por todo el mundo. Pero fue en Nueva York que Bennis conectó con la visión americana de desarrollar la gastronomía italiana y decidió entonces llevar ese concepto a Barcelona. Se hizo realidad a mediados de 2018, en el barrio de Sant Antoni, en la codiciada calle Parlament.
El interiorismo ecléctico de Benzina respira New York con sus detalles confortables, su batiburrillo de muebles vintage con muebles modernos y su suelo de listones de madera maciza. Ofrece un ambiente cálido y agradable, rápidamente se nota que hay alma en este lugar. La alma gastronómica la firma el chef Nicola Valle desde hace justo dos años. A él podemos agradecer en buena parte esta propuesta dinámica y evolutiva, con una carta que cambia en un 80% cada dos meses, siguiendo criterios de temporada del producto pero también con el ánimo juguetón de arriesgar y crear nuevos platos de autor en cada cambio.
El chef Valle es otro ciudadano del mundo: italiano que desarrolló sus inicios (estrellados) en su carrera como pastry chef con Giancarlo Perbellini en Verona y después con Gordon Ramsay en Londres, se muda cinco años a Nueva York y otros dos a Ecuador. Esa trayectoria vital revela vestigios en sus platos, en los cuales la tradición italiana recibe pinceladas de otras culturas. Quizás el plato que más lo representa son los linguine aglio, olio, peperoncino con bogavante y aguacate con aceite de cardamomo, que hemos probado (y aprobado).
¿QUÉ COMER EN BENZINA?
Hemos empezado con los antipasti, cómo no: fritto misto de calamares, gambas y boquerones con una suave mayonesa de curry; carpaccio de ternera, mayonesa de trufa, mizuna y setas encurtidas sobre una tostada de pan crujiente y la berenjena confitada alla parmigiana con helado parmesano (de la Cremeria Toscana). Buen comienzo, platos contrastados que abren boca y prometen.
Continuamos con dos platos de pasta, los ya mentados linguine y unos espectaculares ravioli de cerdo braseado con castañas, espuma de ricotta salada, reducción de vino tinto y kale frito. El aguacate en los linguine, sorprendentemente aportan una grasa muy sabrosa a una cocción de manual, cremosa y sedosa. Los ravioli son una bomba, muchos sabores intensos que encajan, predominando con acierto la ricotta salada. Finalizamos con el magret de pato con maíz, polenta, pimientos asados y crema de parmesano. Para beber, optamos por el Naca ecológico de uva Primitivo de la Puglia.
Los postres….ahhhh, los postres. Lo que bien empieza, bien acaba, sobretodo cuando hay un pastry chef en la casa: los postres siempre serán remarcables. Y lo son. Nos decantamos por la crema bruciata (de vainilla con pera al vino tinto, almendra y sorbete de aguacate), su famoso Sferamisú (esfera de chocolate, mascarpone, savoiardi al café y helado de vainilla) por revisitar el tiramisú de forma magistral y la tarteletta de tres chocolates, plátano caramelizado y helado de canela. Se nota que cuidan mucho los postres, no sólo porque el chef ejecutivo tiene amplísima formación en pastelería de restaurante sino porque, aseguran, unos buenos platos deben redondearse con unos buenos postres que fusionan lo mejor de la tradición italiana con la técnica francesa. Acompañan a estas proezas del mundo dulce otro vino dulce, Zibibbo y una selección de 10 digestivos italianos.
Italianos también son sus vinos. Todas sus 30 referencias, y todas ellas de diversas regiones: un muestrario del poderío vinícola del país de aúpa. La razón por la cual han optado por reflejar esa variedad de producto es también pedagógica, una oportunidad para el comensal para conocer vinos diferentes y de calidad a los locales que podemos encontrar en restaurantes gastronómicos. Nos parece todo un acierto, al igual que la posibilidad de consumir a copa o en botella de medio litro.
A sumar a esa bodega y a la presencia del producto italiano de calidad DOP e IGP, está el papel de la coctelería, íntimamente ligado a la música. En Benzina son fans del rock’n’roll, y no sólo se apuntan a la esencia norteamericana de tener una buena coctelería para antes o después de la comida, sino que los nombres y los ingredientes se relacionan con canciones de rock míticas de los 60 o los 70: Cocaine elaborado con ginebra, limoncello y campari macerado con frambuesa o Pinball Wizard, con ron añejo, fruta de la pasión, piña y canela no sólo resuenan en el paladar sino en la música ambiente del local, surtida por una completa colección de vinilos.
Benzina, en el momento de firmar estas palabras, está abierto todos los mediodías de 13 a 15:30h. No tienen servicio ni de take away ni de delivery propiamente. Durante el confinamiento crearon Gnocchi 29, con una divertida carta de gnocchi que aún se puede disfrutar en Glovo y Uber Eats.