Anita’s, o también conocido como Anita’s Cabin, es muy honesto en lo que es: un chiringuito de secano. O lo que es lo mismo: una carta democrática que busca agradar a todos con ensaladas frescas y ligeras, una pequeña selección de tacos, pescados, carnes, alguna propuesta con pasta y, cómo no, un potente brunch con los clásicos de esta comida a medio camino entre el almuerzo y el desayuno. Y así debe ser, plural y variado, para que el objetivo principal, sus vistas y ubicación, se acompañen de una experiencia que se pueda recordar y recomendar. Como decíamos, un chiringuito de secano.
Este espacio compacto, que parece un container que se abre al exterior para reclamar la belleza de las vistas al mar abierto, en un primer plano, cuenta con todos los detalles: desde cómodas sillas, butacas y sofás de estilos eclécticos a una ventana abierta en el suelo desde donde observar un inmenso varadero bajo nuestros pies. Depende del día que vayas, podrás ver a los especialistas reparando barcos o embarcaciones, con ritmo frenético.
Empezamos con un mojito, por supuesto. El viaje hacia Anita’s no es corto y merece que al llegar, un mojito haga de descompresor, anunciando que el tiempo se va a enlentecer y nos espera una comida apacible y disfrutona. Aparece una ensalada fresca, crujiente, con pepino, pimientos, cebolla, tomate y ventresca de atún. Ideal para abrir el apetito para el ceviche de corvina que llega al poco, de potencia suave y buen balance de texturas.
Un bao siempre es una buena opción, y en una carta tan democrática como la de Anita’s no podía fallar: en esta ocasión, con protagonismo de la panceta y contraste refrescante de la menta, en sabor y aroma. El steak tartar se presenta en una versión playera y con toques asiáticos: la yema está curada y la carne cortada a cuchillo con esmera descansa en una cama de patata frita. Un resultado interesante y sabroso. Y siguiendo con los clásicos, nos decantamos por un lobster roll con trufa, una traca de sabor intenso y sedoso.
Si ya has leído varias de nuestras visitas, sabrás que ante el chocolate y el lemon pie, no hay otro postre que pueda competir. Así que, sin dudarlo, nos lanzamos al lemon pie casero que detectamos en la carta. Cucharada tras cucharada, nos lo comemos con fruición, cerrando la experiencia con buena nota.
Cuando el día se acorta, el horario de Anita’s se encoge, esperando que con la primavera, se alarguen los días y las noches en el exterior. Disfruta de sus vistas, sus platillos y sus cócteles los viernes, sábados y domingo desde las 11 de la mañana hasta la 1 de la madrugada, en un formato de cocina non stop. Nos quedamos con ganas de probar el brunch, que ofrece sándwiches, tostadas con reinado de aguacate y huevo, açaí, pancakes, gofres y fruta. Un festín que no nos resistiremos mucho a disfrutar, sorbiendo lentamente nuestro cóctel.