Pequeño, con unos 2.000 habitantes en invierno, pero grande en alma gastronómica. Hoy nos paseamos por esas callejuelas y os destacamos tres restaurantes para disfrutar, sea en la zona de Altafulla playa, sea allende los muros, en una ermita medieval. ¿Te vienes?
Podemos empezar ese recorrido desde abajo, en la zona de playa (más conocida como el Baixamar), donde hay un paseo marítimo flanqueado por casas de pescadores de color blanco encalado. Es un paseo corto, lo suficiente para ir abriendo el apetito.
Altafulla Playa – Suko
Aitor Carralero está al frente de las cocinas del Suko, un restaurante que inició su andadura como japonés y ahora está virando hacia una propuesta más madura. Sin dejar atrás la técnica y el recetario nipón, Carralero busca incorporar platillos de otras culturas donde el japonismo tiene presencia, como la nikkei. Y en esa búsqueda, también incorpora elementos de la gastronomía local marinera, emulando a esos japoneses que emigraron a Sudamérica y fusionaron su tradición con el producto local. ¿El resultado? Un camino por andar realizado con responsabilidad y ganas.
Buena prueba de ellos son las bravas nikkei que sí o sí tenéis que pedir. Seguro que Alex G. Sñancjez, el jefe de sala, no dejará pasar la oportunidad de sugerir porque es una gran manera de entrar en esta nueva etapa: patata, boniato, panceta frita y salsa de anguila dulce. Brava y sabrosona.
La selección de 3 nigiris sigue la estela, de forma divertida y bien encontrada: de gamba flambeada, de huevo de codorniz con trufa y de seta shimeji con salsa mahang-ang, una base de sésame levemente amarga. El flambeado de la gamba se realiza en la mesa y el olor que llega al comensal ya anticipa la fiesta. El uramaki diablo es de shiitake, boniato asado y cebolla encurtida y el exterior, de un carpaccio de gambla fambleado con un salsa que mezcla el picante del ají amarillo con el umami de la reducción de las cabezas de las gambas. Colosal. El ceviche de corvina no es para nada ortodoxo; incorpora picada de pimiento rojo y verde, apio, manzana y maíz dulce. Hablábamos de acercarnos a lo nikkei y aquí parece que van más allá, buscando la esencia de una vocación nikkei pero sin contrastes.
Los postres: momentazo. Un cheese cake al estilo vasco con camembert, Idiazábal y queso crema con una textura exterior sorprendente, leve espolvoreado de té matcha encima. Y el lemon pie en una tarrina, tres cucharadas de placer.
¿Sabías que a menos de un kilómetro de Suko puedes visitar una villa romana que es patrimonio de la Humanidad? Pertenecía a Faustina y Avitus, una de las máximas autoridades de Tarraco y es a su vez una de las mejor conservadas, con restos murales, mosaicos y pavimentos. La encontrarás en el yacimiento dels Munts.
Altafulla Playa – Aromàtic
Si buscas una opción con platos de base vegetal, una cocina más liviana, sin renunciar al sabor, seguramente Aromàtic será tu opción. De marcado acento flexiteriano, se asienta en una filosofía de Km 0 y producto local (con huertas de abundante producción cerca).
Pide la Tapa Estrella para empezar. Destaca por lo sabroso y por su cuidado emplatado: emulando a los nachos, el jackfruit, el pico de gallo y el guacamole que superponen en pisos con alternancia de pasta filo. Seguimos con un coulant de calabacín, una loncha de calabacín crudo enrollado, en cuyo interior hay una sedosa crema de macadamia. Textura y sabor.
La paella no puede faltar en un entorno marinero, ¿verdad? Aquí tampoco, y para ser fieles a su concepto, es de verduritas de cocción crujiente y grano suelto. Tan rico como el carpaccio de remolacha con puntos de mermelada de tomate, mostaza de mango y pistacho, con vinagreta de Módena. Pero como sabéis que los postres son nuestra perdición, hacemos una ovación extra al coulant de avellana, fina pero con crujiente del fruto seco. Maravilloso.
Ya es el momento para enfilar y subir al pueblo medieval, encaramado en la colina, enclave imprescindible para asegurar una buena defensa. En lo más alto encontraréis un castillo del s.XI (reformado en el XVII y después por sus actuales propietarios) y la iglesia de Sant Martí de Tous a su vera. Son una de las entradas a la Vila Closa, el pueblo intra murallas, algunos trozos de las cuales son visibles, así como sus torres de vigía. Piérdete entre sus callejuelas e intenta sentir el embrujo que este pueblo ha llevado asociado desde centenios: ¡Era una vila de brujas! Fueran brujas reales o sentencias injustas, muchas mujeres del pueblo fueron sentenciadas por hechiceras.
Altafulla Pueblo – L’Ermita
El nombre es muy descriptivo, pues este restaurante está situado en el patio de la Ermita de Sant Antoni de Pàdua, el punto más elevado de Altafulla y, consecuentemente, con las mejores vistas. El atardecer aquí, es magnífico. Y ya que estás, quédate en el restaurante L’Ermita para disfrutar de una carta corta llena de platillos deliciosos, una cocina sin complicaciones que busca ofrecer buen producto con la menor intervención posible. Sus platillos son geniales pero más disfrutarlos en esa sala que se expande en la explanada, bajo los pinos.
Al llegar, una tapita de ensaladilla rusa con picones te recibe. Esta es una bienvenidoa disfrutona en toda regla. Más lo son los mejillones al hinojo y curry, con un especiado suave en su base de leche de coco. Se comen como pipas.
Straciatella de burrata con tomatitos confitados. Menos es siempre más, sobre todo cuando el aliño es realizado con un buen aceite AOVE. Las bravas, menos sorprendentes por ser un formato muy visto en Barcelona, son buenas, con ese dúo de salsa dulce y picante que tanto gusta. Pero la escalibada ahumada con sobrasada y lascas de parmesano vuelve a subir el ánimo porque hay umami a punta pala y el producto es excelente. Más pan, por favor.
¿En un chiringuito esperarías comerte unas manitas de Ministro (peus de porc) con gamba de Vilanova? Pues en L’Ermita es posible y están fabulosas. El postre, con un trío de quesos Gorgonzola, Camembert y Stilton, deja el paladar a tope de cosas buenas. Y lo cierra con elegancia y gratitud.
Al mando encontrarás a un dúo, Santi Solivella y Ricard Martínez, ambos también propietarios del Urgell-Londres de Barcelona. Los dos amigos llevan años en el sector y Altafulla no solo es su elegido lugar de residencia todo el año sino que es su refugio. Así como L’Ermita, que les permite ofrecer tapas ricas, diferenciales al mundo marinero que se estila en Altafulla, y basadas en el producto. Un lugar donde ellos, cuando libran, vienen a comer.
No dejes de concluir la velada con coctelería, que ejecuta Martínez con maestría (su experiencia como bartender de alto nivel se remonta a, años atrás, el famoso Ideal). Su especialidad es la clásica y damos fe que el Moscow Mule es único. Si prefieres vinos, encontrarás referencias de vinos de proximidad, fáciles y para todo paladar.
¿Se te ha hecho el día corto? Si buscas alojamiento, MAY es una fantástica opción si sois pareja y buscáis un entorno tranquilo, adults only y con lujos y comodidad. Su azotea esconde una piscina infinity con las mejores vistas de Baixamar y una coctelería que ejecuta buenos clásicos ¿Que vas con familia? No lo dudes, Altafulla Mar es tu opción: disponen de muchas habitaciones familiares, dinamización para los más pequeños con espectáculos y un desayuno buffet proverbialmente bueno.
Y todo esto a tan solo 82 km de Barcelona, una hora escasa si el tráfico es fluido… ¿Te apuntas a descubrir en un día, o en un fin de semana, uno de los pueblos con más encanto de la Costa Daurada?