Los restaurantes con barra tienen ese no sé qué qué sé yo. Gresca Bar es uno de esos lugares desenfadados y canallas que ofrece ese plus que va más allá del producto y el sabor: la experiencia. Así que si te va la marcha y tienes ganas de pegarte una buena farra gastronómica, pero de las buenas, sigue leyendo porque aquí hay desmadre culinario. ¡Que empiece la gresca!
Pero cuidado… No estamos locos que sabemos lo que queremos… Ya no queremos ir a los restaurantes a sentarnos y comer si no que buscamos interactuar, aprender, emocionarnos y vivir algo nuevo. Gresca Bar propone esta historia de forma inteligente, en primera fila -en su barra- viendo la cocina sin trampa ni cartón conectando emocionalmente con el pulmón del restaurante. Disfrutarás de un desfile de platos transparente, más que entretenido entre mucho ajetreo y mucho ¡oído cocina!
¿QUÉ DEFINE A ESTE RESTAURANTE DEl EIXAMPLE?
Gresca Bar está conectado con su siamés y estrellado Gresca y, aunque comparten cocina y el mismo espíritu bistronómico tiene distinto carácter. Gresca presenta una velada en mantel más formal y seria mientras que en el bar todo es distendido y distraído. Lo suyo es reservar en la barra para deleitarse del espectáculo en vivo y en directo y no perder detalle.
La decoración del bar del Gresca es joven, elegante, uniforme y funcional con un toque vintage curioso en su vajilla. Hay una barra con taburetes en la entrada y unas pocas mesas en el camino a la barra que da a la cocina. En esta barra cabrán unas 6 personas y desde una de sus esquinas se puede curiosear el otro restaurante ya que ambos están conectados.
¿QUÉ COMER EN GRESCA BAR?
La carta de Rafa Peña es ingeniosa y atrevida con unos 30 platos que permiten elegir entre un poco de todo, desde platos más sencillos a otros más arriesgados, de fríos a calientes. Llaman la atención algunos de ellos como las sesos de ternera con mantequilla al limón o el bikini con trompetas de la muerte, comté, yema de huevo. Es difícil decidirse entre tanta variedad con gusto así que nos dejamos llevar por las recomendaciones de la jefa de sala y nos trae dos copas de vino natural francés (Sextant Métisse Gamay).
Comenzamos con los platos empezando con un par de ostras tibias a la brasa (espectaculares) y unos buenos boquerones marinados. Seguimos con el bikini de lomo ibérico y comté, uno de los platos con más fama. Después, unos buñuelos de bacalao más que perfectos y unas mollejas de ternera con puré de patatas y mostaza so-ber-bias. Para acabar, nos apetecía un postre fresco así que el mismo cocinero nos preparó in situ un postre fuera de carta que mezclaba texturas y sabores de la mora y el merengue.
Aquí no hay despiporre, hay transparencia, ingenio y mucha verdad. Los platos son originales, coloridos y atractivos. Es importante que destaquen la pureza del producto ante todo y sepan ofrecer los matices y puntos de cocción justos que cada uno de los ingredientes necesita. No se andan con tonterías y la calidad en general se hace notar en la materia prima de los productos y el sabor de los platos.
El personal (tanto camareros como cocineros) es educado, simpático y atento. Hay una fácil comunicación; rápidamente te hacen sentir importante pudiendo aprender cosas nuevas y sintiéndote como en casa. El diálogo surge de forma natural y es inevitable preguntar y comentar con los cocineros que trabajan justo delante tuyo.
En definitiva, Gresca Bar es una gran elección si quieres una nueva experiencia gastronómica distinta a los típicos y planos restaurantes. En Gresca hay más que show y diversión. Es un local con personalidad, buen producto y bien tratado. No hace falta decir nada más.
SI CON EL BAR GRESCA NO HAS TENIDO SUFICIENTE…
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