El interiorismo recuerda una casa colonial cubana y la gastronomía, a la de fonda, recogiendo la herencia del Senyor Parellada que tantos buenos momentos regaló a los barceloneses. Cual coctelera, se incorporan detalles, platos y conceptos que, agitados, aportan reminiscencia a épocas que algunos de más edad recordarán, y quienes no la tengan, descubrirán. El término “fonda” se aplicaba a establecimientos con alojamiento que además, servían comidas a sus huéspedes, muchos de ellos viajantes (el origen etimológico de la expresión “parada y fonda”). El término “restaurante” empieza a popularizarse a mediados del siglo pasado con el aumento de la capacidad adquisitiva de la población, que ya podía ir a un restaurante. El restaurante era la versión más refinada, con las viandas más espléndidas y un servicio uniformado y atento: un lugar donde acudir sólo a comer y a beber.
Senyor Perellada ofrecía platos clásicos de cocina tradicional puestos al día, mostrando un menú lleno de platos imbatibles al devenir de los años. Para alegría de muchos, Carmina recoge esta esencia y la mantiene, ofreciendo una propuesta gastronómica que aúna esa pata de tradición y el servicio continuado de una fonda. Así, abre para desayunos de cuchara (tripa a la catalana o bacalao con sanfaina) y mantiene sus fogones humeantes hasta la última comanda de la noche. De ello se ocupa Josep Maria Massó y equipo, con una carta solvente que contiene platos viejunos que vuelven a estar de rabiosa actualidad.
En cuanto a entrantes, nos decantamos por ser clásicos: ensaladilla rusa, coca de escalivada con arenque ahumado y una jugosa tortilla vaga con espárragos blader y langostinos. Sota-caballo-rey que nos eleva el ánimo.
El lenguado de mantequilla negra y alcaparras que llega a continuación nos parece maná caído del cielo, y es un fantástico ejemplo de tradición actualizada: el clásico lenguado a la meunière con el twist de usar mantequilla negra, y alcaparras en sustitución del perejil. El sabor y la perfecta cocción no son el único atractivo del plato: el personal de sala te presenta el lenguado y lo limpia y emplata en una mesa de apoyo a la vista. Un quehacer hipnótico que te permite adelantar con el olfato el placer que obtendrás con el gusto.
Y llega el rey de los platos tradis: ¡El fricandó! El guiso por antonomasia de los domingos en casa de los abuelos llega a la mesa con ceps, vistiendo de actualidad revisada al plato que tradicionalmente contenía revoltijo de setas en temporada. El sabor del fricandó es el sabor de la infancia de muchos, por lo que reencontrarlo en Carmina es otra de las sorpresas que este lugar depara. Y si en tu caso no has tenido abuelo o abuela con expertise en fricandó, ven a probar éste y conecta con esta memoria colectiva que ante este plato, hoy se emociona.
Más alegrías: los postres llegan rodando… en un carro, como antes. La tapa se abre y enseña apetitosos pasteles y pastelillos, repostería fina, fina. Difícil escoger, pero ya que estamos en mood clásico, nos tiramos al milhojas y a los quesos del carro de quesos, todos ellos afinados y seleccionados.
Hemos acudido a mediodía pero el ambiente grita a noche, por la iluminación y atmósfera. Nos agendamos regresar para respirar el flow nocturno, seguramente animado. Y si es en finde, lo acompañaremos con sets de DJ. Todo pinta genial, ¿Verdad? Ven a comprobarlo en la calle Argenteria, 37. Su horario es de 7:30 a 1 de la madrugada (los miércoles, jueves y viernes alargan hasta las 2). El ticket medio ronda los 35€, aunque debes saber que Carmina es como una sastería: ofrece lo mejor y a medida (de todos los bolsillos). Los disfrutones pasarán un buen rato aquí, sin duda.