Floreció a finales del s.XIX, con el derrumbe de murallas y la anexión del barrio marinero a la ciudad. Allí, suspendido en esa poética arquitectónica, se encuentra El Japonés Escondido. Lo que este nuevo restaurante del Grupo Tragaluz no esconde es que el tapeo a la japonesa y el ambiente nocturno más divertido aquí es muy visible.
Esta izakaya propone dos ámbitos que en Barcelona encantan: el tapeo y la gastronomía asian inspired. En El Japonés Escondido se traduce en hits de la cocina japonesa (como el Ebi no Tempura, el Katsu Sando, el Tsukune de pollo o un Nigiri Moriawase) que caracterizan una taberna de esencia japonesa: no falta el sushi bar, los platillos calientes y las carnes y pescados que se transforman con la llama de una robata, el invento del siglo. Todo ello, en una propuesta gastronómica dinámica de carta corta que invita a pedir mucho y probarlo todo, al más puro estilo tapeador.
La cocina no se distribuye en el centro, sino que más bien se reparte por el local creando diversos puntos de atención: desde los fríos, con una amplia mesa de trabajo a la vista, a los calientes, con la robata en primer plano. El interiorismo, que firma Lekuona Studio permite desde grupos a parejas, creando diversos momentos de intimidad según la iluminación y la disposición de las mesas. Cuando cae el sol, sube el jolgorio con ambientación musical y un servicio más frenético (y coordinado). La noche es el territorio indiscutible de esta taberna.
Este buque que ha arrancado con fuerza cuenta con Àlex Vall al mando, liderando una propuesta que le viene como anillo al dedo por su amplio bagaje con tan sólo 28 años, 8 de los cuales ha estado junto al maestro Hideki Matsuhisa. Nada más traspasar la puerta, le verás faenando con precisión nipona sin sacar un ojo de la cocina ni de la sala,
Empezamos con un clásico que llevamos disfrutando decenios: Ebi no Tempura, verduras y gamba rebozados con una esponjosa y aireada tempura. Seguimos con dos platos de sushi bar que nos llaman a gritos: Hotate roll al miso, con vieira, y un soberbio Spicy Tuna Maki. Y llega en tercer lugar el yakiniku Don de ternera para situarse en primera posición según nuestros conquistados estómagos: carne asada en la robata presentada sobre una cama de arroz con verduras y setas y coronando, una yema que funde todos los sabores de forma cremosa (y sabrosa).
El tsukune de pollo es otro pecado untuoso: romper la yema con la albóndiga y mezclarla con la salsa para que se integre. La albóndiga, suave y sedosa, se aterciopela con esa pátina de salsa. Aunque no es menos el Katsu Sando, un sándwich de filete cerdo empanado en panko y salsa tonkatsu presentado entre dos finas rebanadas de pan de leche ligeramente dulzón (el shokupan). Es curioso saber que este plato, a pesar de ser una receta originaria de Occidente es tradicional en tanto y en cuanto la sociedad japonesa lo asimiló hace cien años. Una delicia para saborear con las manos.
Si eres fan del sake o te estás iniciando, aquí encontrarás referencias para acompañar tus platos, además de cervezas japonesas de importación y algunas referencias solventes de vinos. La experiencia puede salir entre 35 y 45€ por persona, tomando como referencia nuestra glotonería, que nos llevó a pedir 6 platos para compartir entre dos personas.
Ilusiona ver que la antigua Isla Tortuga se ha reconvertido en esta ikayaka informal bien ejecutada, brindando a esa zona mágica que comprende una isla de 3-4 calles peatonales otro motivo más para perderse allí, sea para comer o para cenar. El Japonés Escondido se revela en la calle Llauder 1, de lunes a miércoles de 19:30 a la 1 de la madrugada. De jueves a domingo se añade el servicio de comida, de 13 a 16:30h.