Todos hemos visto alguna vez esos colmados y tiendas de ultramarinos que hoy en día aún sobreviven en el Eixample barcelonés. Estas tiendas vendían todo tipo de productos, algunos procedentes del otro lado del océano. Manjares únicos y exóticos que resultaban una incógnita para la mayoría. Así es como lo vivió Gerard cuando era un niño, ahora el actual propietario de Ultramar, un espacio donde se combina la gastronomía y el arte, los detalles decorativos con los conciertos de jazz, la coctelería de autor y las vistas al Mediterráneo en 180 grados.
Nos reciben calurosamente Gerard y Paula con un sorbete de menta y pepino, quienes nos explican amablemente sus proyectos y la visión de Ultramar. La planta de abajo la ocupa la coctelería, un espacio central para conciertos de jazz y unas mesas donde disfrutar de la buena música. Lo más impresionante se encuentra en la planta de arriba: el espacio es diáfano, amplio y sobre todo, muy luminoso, con unas vistas espectaculares de la Roca del Cargol y la costa de l’Escala.
La cocina del Ultramar está basada en los detalles: la carta, cuidadosamente ilustrada, sitúa cada grupo de platos en una parte de un barco en particular. Los ingredientes están epsecialmente seleccionados y son de proximidad. El pescado es de l’Escala y alrededores, mientras que las frutas y las verduras provienen de un huerto ecológico de Vulpellac. Todo ello nos invita a disfrutar de nuestra “experiencia de ultramar”, tal y como nos sugiere Gerard.
El Rocallís de Can Ràfols dels Caus fue el vino blanco que nos acompañó durante toda la comida, sin duda una buenísima elección, un vino singular, profundo, con paso por barrica, particularmente calcáreo y destacando su expresividad floral y cítrica, además de ser el único en España elaborado a partir de uva italiana Incrocio Manzoni. Combinó a la perfección con los aperitivos: las sardinas marinadas con limón y tomates secos, las anchoas colgando de un hilo -toda una declaración de intenciones-, los mejillones “andele wey”, el tataki de atún con perlas de wasabi y alga wekame y el calabacín laminado con parmesano, piñones y aceite de albahaca -sin duda uno de nuestros favoritos. Y no nos olvidemos de los calamares en tempura de su salsa acompañados de mayonesa de ajo negro. ¡Deliciosa!
Aunque con los aperitivos ya teníamos el estómago bastante lleno, nos lanzamos a probar el arroz de Ultramar: el secreto de calamar y la gamba de Palamós que lo coronan son un ejemplo más de la cocina honesta y de calidad que presenta este restaurante.
Nunca puede faltar un toque dulce en una comida, y menos aún si nos ofrecen unos legos de chocolate -sí, sí, como con los que jugabas de pequeño- con su toque de originalidad que tan presente estuvo a lo largo de la comida y que impregna las paredes del Ultramar.
Si algún día pasas por L’Escala, sin duda Ultramar es el restaurante que estás buscando.