Todo viaje implica una descubrimiento. Con esta promesa, planeamos viajes, montamos rutas y cogemos aviones, trenes, coches y lo que sea necesario… cuando en el fondo, viajar está en la capacidad de sorprenderse de cada uno. Sin necesidad de mucho más.
Cervezas Alhambra está llevando a cabo unas experiencias gastronómicas on tour por toda España, llamadas Noches Alhambra. En ellas, la marca de cerveza granadina por excelencia ejerce de embajadora de su Granada que la vio nacer, y también de Pigmalion. ¿Cómo? En cada ciudad en la que desembarcan las Noches Alhambra, se crea una experiencia sensorial única con emplazamientos sorprendentes, puesta en escena llena de detalles y un menú maridado con las cervezas Alhambra Especial y Alhambra Reserva 1925 preparado por un chef local. Lleva rincones de Granada a otras ciudades, con orgullo, mostrando su grandeza, pero a su vez, ¡les hace descubrir a sus habitantes rincones y personajes que ellos mismos desconocen!
Concretemos: toda esta diserción viene dada por la fantástica noche que vivimos el 27 de Junio en Torre Amat. Al cruzar por la puerta de ese palacete modernista, te recibía una banda de jazz, y empezabas a ver que Alhambra iba en serio: para Barcelona, tenía preparado un viaje al pasado, a los locos años 20, al lujo detallista y a la comida sabrosa que se acompañaba de jazz desenfrenado. No en vano, ésa es la década en la que el Centro de Producción de la marca abrió, allá en 1925. Éste y otros detalles nos lo proporcionó Julián Cerezo, beer sommelier de SABEER que nos acompañó durante la cena explicando los maridajes y abriendo una ventana al complejo mundo de la cerveza, sus tonos, sabores y texturas.
Disfrutamos de esa música y el atardecer más espectacular de Sarrià con tres platillos deliciosos: Pipirrana de Jaén, Alboronía con jurel en escabeche y Papandúas con miel de caña, ideales para maridar con la Alhambra Especial. Andalucía en la boca… y uno de los jóvenes talentos de la escena culinaria de Barcelona a los fogones: Àlvar Ayuso, de Alvart. Según sus propias palabras, le pesa la etiqueta de “próxima estrella Michelin”, cuando lo que él pretende en su restaurante es servir grandes platos a sus comensales y conquistar el corazón que todos tenemos en el estómago. Desde aquí, rendidos a cuatro patas.
Bajamos al jardín, con una mise en place de gran belleza: una mesa imperial adornada con ramas de olivo, plumas y perlas. Rodeados de un escenario bucólico de magnolias, jazmines, yedra y olivos disfrutamos de otros tres platos, maridados con Alhambra Reserva 1925 esta vez: Canelón de aguacate con buey de mar, Coca de presa ibérica con encurtidos y ajoblanco y Terrina de conejo al fino con espinacas. El postre, sorprendente: Naranjas osmotizdas en azahar, dátiles y esferas de ras el hanout. Aplausos a rabiar con cada presentación del próximo plato a manos de Ayuso, entre tímido y exultante. Brillante.
Esta noche todos los asistentes viajamos. A la excelencia, a la pasión de esta marca por la gastronomía y las experiencias, a los instantes que se detienen en el tiempo y a otro lugar de nuestra Barcelona que no habíamos vivido nunca con esta intensidad. ¡Gracias Alhambra!
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