Un trío que danza en torno a la gastronomía capitaneado por el más que solvente chef Adrián Marín.
Marinar de Adrián Marín
Marín es como un Ulises contemporáneo: después de batallar en Drolma con héroes como Fermí Puig o Alfred Romagosa, emprendió un largo viaje que lo llevó por México, pasando por el Grupo Pacha o el Grupo Tragaluz. En su larga travesía, hizo parada en el desaparecido Mextizo, un punto de encuentro entre México y el Mediterráneo. Ahora, finalmente, ha llegado a su casa. Una Ítaca que no se parece a la del relato homérico aunque sí hay su Pénelope: Beatriz Artero, su pareja, a cargo para que no falte ni el vino ni el buen humor.
En Marinar, de que no haya hambre se encarga el chef, claro, y lo hace con unos platos de aúpa que son el resultado de ese viaje. En un espacio pequeño, decorado a derecha e izquierda con botellas de vino seleccionadas por la sumiller menorquina Maria Salom, Adrián Marín hace una cocina efectiva y seductora porque ha cogido lo mejor de cada etapa de su viaje y se lo ha hecho suyo con confianza y savoir faire.
Nosotros empezamos con un buenísimo salmón marinado con mango y aceite de cítricos que ya auguraba que ésa sería una gran comida. Dicho y hecho porque lo que vino inmediatamente fue casi inmejorable: un cucurucho crujiente de atún rojo, arroz glutinoso y guacamole, tres texturas para subyugar nuestro paladar.
A partir de aquí todo lo que es traído a la mesa es reverenciado. Así recibimos unos pimientos del piquillo con láminas de pan frito y queso temperado o unas alcachofas con huevo poché y trufa negra. Mención especial para los tacos de Marín, homenaje a sus años de aventuras por el país de Pancho Villa que culminó en Mextizo y sublima ahora en Marinar. El de merluza con mix de coles, base de guacamole y salsa mexicana molcajeteada sorprende por la suavidad del rebozado del pescado y la calidad de la tortilla. El de tinga con crema fresca y chile chipotle forma parte directamente de otra división.
El espectáculo sigue en Marinar con un canelón de puerro asado con bechamel de espinacas, pecorino trufado y trufa negra fino, ligero y equilibrado que da paso a un más contundente pero igualmente fino fricandó. Todos estos platos forman parte de un menú degustación que va variando en función de lo que decida Marín, pero la propuesta no se acaba aquí. En la carta hay, además, otros greatest hits como las croquetas de rostit o el cabrito embarrado que también están disponibles, junto a quince platos más como arroces y fideuas, para llevar y sorprender.
Para rematar, acabamos con el postre. Una torrija de vainilla que escenifica por sí sola el eslogan de este restaurante: “Cocina con corazón”. Inevitable comerse un bocado de esta maravillosa torrija y no pensar en nuestras madres, en nuestras abuelas. Y, al fin, sentirse como en casa.
Como hemos dicho, Marinar no es solo un estupendo restaurante, también hacen cursos, charlas y clases relacionados con la gastronomía y, además, funciona también como tienda de degustación de los productos que Marín selecciona para su propuesta gastronómica. Entre todos los manjares importados hay las patatas fritas más famosas de Castellón, las Patatas García, o una selección de conservas de la mano de La Catedral de Navarra como unos espárragos o unos pimientos del piquillo de escándalo. Y todo bajo el paraguas de Adrián Marín y su mujer. Buen producto en buenas manos.
El ticket medio son unos 45-50€ por persona y el horario puede depender en función de si vamos a comer, con horarios estipulados por la situación pandémica de 13h a 17h, o para hacer take away o delivery de 9:30 a 20:00 de martes a viernes. Sábado y domingo lo mismo para comer pero varía para take away y delivery. Sábado de 10:00 a 20:00 y domingo de 10:00 a 16:00.
