Hedonismo salvaje, goxismo ilustrado, platos canallas, alta cocina casera… Así se autodefine GoXO, y en su naming se esconde una expresión coloquial, “ponerse gocho”, que viene a significar el hincharse a comer hasta no poder más. Entonces, estas autodefiniciones son muy descriptivas de lo que GoXO ofrece: racionados muy generosos, sabrosos al extremo, usando la abundancia en el más amplio sentido de la palabra y aplicado a unas recetas que son la esencia de la cocina de Muñoz. Guiños a técnicas e ingredientes asiáticos, umami extremo que el paladar reconoce y agradece y se lleva al extremo del disfrute y el hedonismo porque de esos ricos manjares, te sacias con creces.
Empezó como un proyecto que acercaba la cocina de Muñoz vía delivery en un formato informal y así aterrizó en octubre del 2020 en Barcelona, con una alianza con Glovo. Al año, el éxito imparable del fast food de alta cocina casera encontraba un lugar físico a añadir a la ecuación, en el NH Collection Barcelona Constanza… y las colas se suceden desde entonces. Colas porque no hay posibilidad de reservar mesa pero el engranaje es tan sumamente preciso que entre que estás en la cola, pides y pagas te sientas en escasos 15 minutos.
Luces de neón, rojos, cuero… un look de restaurante de dining americano con musicón a todo volumen. Los latidos se aceleran, anticipando el manjar que pronto tendrás en tu mesa. La informalidad no solo radica en los platos de su solvente carta, también en la ausencia de camareros pero vale resaltar que el equipo que atiende en sala es magnífico: atentos, explican plato por plato al comensal que no sabe qué elegir porque se lo pediría todo, y acompañan al azorado cliente por toda la experiencia con una sonrisa. Saben que quien entra en GoXO se lo pasa pipa.
¿QUÉ COMER EN GOXO?
Así lo hicimos y dejamos en sus manos la elección de platos para cuatro comensales furiosamente hambrientos. Udon a la Carbonara Singapore: en un cuenco recibes cual maná los fideos udon, la mantequilla ahumada de limón y bacon, huevos de corral y gambones asados. Aparte, en una jarrita, el suquet Singapore de carabineros y chipotles que se debe verter en el bol. Soberbio, untuoso, sabroso en extremo. Atacamos también el Cocido Hong Kong-Madriz, que se presenta en otro bol con dumpling de gallina, alioli de ajos negros, garbanzos crujientes y papas moradas junto a otro exquisito caldo a incorporar. Palillos, tenedor, cuchara… all in! Seguimos con la doble cheeseburger de carne madurada de buey con queso cheddar, mayonesa de chipotles, salsa chifera y arroz inflado. Más gocho que esto, no hay nada. Manos ensuciadas, salsa resbalando por la barbilla y placer extremo.
Pero ah, cuando vemos las costillas de cerdo Duroc asadas al sarmiento durante 12 horas a lo chifa style (salsa de ají panca y lemongrass) entendemos porqué, según nos cuentan en sala, es una de las estrellas de la casa. Estas costillas se presentan enteras, brillantes por el lacado de la salsa barbacoa de shiitake y huacatay y se acompañan de 4 panes baos. La idea es que desmigues las costillas, extraigas la jugosa carne y te montes los baos con ese relleno. Tercer plato que requiere de tu intervención para finalizar, una inteligente manera de involucrarte en la salivación y la anticipación a la comilona que disfrutarás.
El pollo frito hiper crujiente, sin tener mayor secreto que un rebozado crujiente y un interior jugoso, es otra maravilla que se puede mojar en la salsa Lima-Pekin. Sin darnos cuenta, en cuatro platos hemos recorrido el planeta de extremo a extremo, disfrutando de la mezcla de sazonado que aporta ese umami divino. El final no podía ser otro que la archiconocida tarta de queso de la Pedroche, con ese toque de pimienta: una muy buena tarta que, como puedes comprender, no conseguimos finalizar y nos llevamos. Damos fe que al día siguiente, con un pequeño toque de microondas, estaba gloriosa.
GoXO convence pero no sorprende. Es decir, sabíamos con antelación que la experiencia sería muy positiva. Muñoz ha conseguido ser garante de cualquier proyecto que lleve su firma y puede quedarse con la tranquilidad de que en Barcelona todo funciona como un reloj suizo. La satisfacción está asegurada, y tu paladar confirmará lo que tu bolsillo agradece: un ticket medio de 35-40€, exactamente lo que ascendió por cabeza en nuestra visita. Será la primera de muchas, sin duda.