Clara Barcelona, atmósfera de la Costa Brava en la ciudad

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Clara Barcelona, en lo más alto del Eixample, lleva a la ciudad la atmósfera de su homónimo en Begur, con materia prima de lujo, combinaciones que por sencillas, parecen de altura y un savoir faire incontestable.

Primero fue Clara en Begur, en los bajos del Hotel Aiguaclara, haciéndose rápidamente un hueco en los estómagos disfrutones de locales y visitantes. Ese Clara brilló por un servicio joven, informal, algo irreverente pero por elevar el producto a sus máximos niveles jugando con cocciones justas, pocas florituras y emplatados sencillos pero muy apetitosos. Una aventura de tres, Aníbal Santiveri, Fran Llobet a los fogones y Alex Ruiz en la sala.

Fran y Alex, con más presencia física en el restaurante, son dos almas gemelas que, juntas, han ideado un concepto que, de tan simple, es revolucionario. Alex, vinculado desde sus inicios a la sala (en los desaparecidos Elbulli o Tickets, o con Pierre Gagnaire) se mudó a Begur buscando una vida más tranquila pero poco le duró: abrió El Croac, la coctelería que en nada se convirtió en referente durante los tres años que duró. Fran, ingeniero que se reconvirtió a la cocina por pasión, a su vez estuvo con Jean Luc Figueras, viajando y aprendiendo, pasando una temporada en el Casa Malca de Tulum, México, y sumando en los equipos de Bar Cañete o Honest Green, por citar algunos.

Clara Barcelona, atmósfera de la Costa Brava en la ciudad
Clara Barcelona, atmósfera de la Costa Brava en la ciudad

Saben lo que se traen entre manos. Y por ello, el desembarco en Clara Barcelona a mediados de año estaba cantado, para alegría de sus parroquianos en Begur que residen en la ciudad. El Barcelona, pero, se mantiene la informalidad del servicio pero no de la sala: mantelería, interiorismo cuidadosamente descuidado y un mobiliario noble. ¡Qué menos para ser el escenario de los platos de su carta! Aquí, la esencia del Clara se mantiene incólume: materia prima de altísimo copete y respeto a sus cocciones, primando las piezas enteras. Pero así como esta regla es férrea, hay algunos quiebros para actualizar esos platos y convertirlos en rabiosa actualidad.

Empezamos escogiendo el vino que nos acompañará en toda la comida. Nos recomiendan L’Oranget de Montmell, un orange de macabeo, cariñena y moscatel de la bodega Amor per la Terra. Un orange que destaca en una carta donde la mitad son vinos naturales. Lo disfrutamos con el primer platillo, la sardina marinada con maracuyá y albahaca que es todo delicadeza, y con los gambones mi-cuits, así, tal cual, cocción mínima, sal gorda y máximo disfrute.

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Seguimos con los huevos ecológicos, gambas de Palamós y panceta. Habríamos repetido incontables veces porque esta combinación es tan sabrosa, simple e inteligente que desbanca cualquier emoción futura a la langosta con huevos y patatas de Formentera para siempre. Sabor, umami, textura… ¡el cielo! Misma sensación con el calamar con salsa mar i muntanya y aceite de cibulet: un calamar entero, a la plancha, en su justísima cocción, presentado en una cama de salsa que sabe a tradición, a sabor, a fiesta. Los muslitos de codorniz en escabeche, otro hit y otro hueco llenado en nuestro corazón disfrutón: los muslitos se escabechan durante 3h en ajo, cebolla, zanahoria, galanga, jengibre y la tríade vinagre, aceite, vino tinto y su salpimentado de rigor. Después se cocina a baja temperatura y el resultado es tierno, suculento, elegantísimo.

Clara Barcelona, atmósfera de la Costa Brava en la ciudad
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Clara Barcelona, atmósfera de la Costa Brava en la ciudad

Una fiesta en todos los sentidos que, por 45€ por comensal, aún sabe mejor. Clara Barcelona va a ser una meca, no lo dudamos, y busca potenciar su espíritu irreverente en todo lo posible. Todo apunta que los martes se vienen pop ups, con menú especial monográfico y sets de DJ para maridar la experiencia. Disfruta de este templo todos los días en horario de cocina ininterrumpida desde el mediodía hasta la medianoche, excepto el lunes, día de descanso del personal.

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