Una de las propuestas de alta cocina más interesantes en cuanto a relación calidad-precio es el menú de mediodía del Caelis, dirigido por Romain Fornell, l’enfant terrible de la cocina francesa en nuestra ciudad. Ya fuimos, hace poco más de un año en nuestro periplo por menús de mediodía estrellados (y que os contamos aquí), y ya tocaba regresar…
¿QUÉ DEFINE A CAELIS?
Caelis tiene una dilatada trayectoria, al frente del cual siempre ha estado Romain Fornell. Consiguió su estrella Michelin en 2005, lo que le convirtió en el único cocinero francés en conseguirla tanto en Barcelona con Caelis, como en Francia. Allí la obtuvo en 2001 en Chaldette (Lozère), todo un hito por ser el cocinero más joven en conseguir una estrella, con tan sólo 24 años. Al año siguiente se estableció definitivamente en Barcelona, poniéndose al frente del Diana del Hotel Ritz, que dos años después se convertiría en el primigenio Caelis. En 2017, Caelis aterriza en el Hotel Ohla, donde se ubica actualmente.
Fornell vino a Barcelona atraído por la revolucionaria corriente de renovación gastronómica liderada por Adrià, Gaig, Ruscalledo o Santamaria a principios de siglo, con la certeza que el academicismo aprendido en Francia aquí lo tendría que aligerar, quizás ésta fue la oportunidad para desarrollar su cocina audaz con raíces a su tradición francesa. Con él, gastronomía francesa es de todo menos envarada, y prueba de ello es su dilatada trayectoria, tanto la personal como la de Caelis, y otras aventuras exitosas iniciadas en el último lustro con su amigo y socio Oscar Manresa (Casa Leopoldo, Casa Tejada, Chef’s Table en Andorra…)
¿QUÉ COMER EN CAELIS?
Teníamos ganas de pasar un buen rato, y sobretodo de probar todo, absolutamente todo, en la barra. La experiencia prometía grandes platos y buenas vistas. Y como éramos dos, optamos por el imbatible menú de mediodía a 42€, teniendo la ocasión de probar todos los platos: como primero, disfrutamos con el tartar de buey a cuchillo con yema curada y perlas heladas de mostaza y el gazpacho ligero de melocotón con burrata fresca y sorbete de albahaca, juntamente con bocados al pan con mantequillas saborizadas (la de albahaca, una locura). Siguió el filete de corvina, beurre blanc al caviar de arenque y velo marino, delicadisimo y en extremo perfecto y el magret de pato a la brasa con escalonias asadas, higos y jugo reducido, puro placer en el que ir haciendo bocados sabrosos alternando la proteína con sus acompañamientos. Como postres, probamos la selección de quesos afinados de origen catalán y francés, siguendo las indicaciones de la maître, la antesala perfecta al cheesecake Salvador Dalí con coulis de frutos rojos, un postre emblema de la casa que de tan bello, duele comérselo.
Se agradece el servicio ágil, la exquisitez del trato tanto del equipo de sala como de los cocineros, atentos y sonrientes en todo momento. Gozar de un menú como éste en poco más de una hora suma mucho a la experiencia. Hasta el punto que nos quedamos con ganas de más, de regresar y dejar fluir con un menú más extenso. Si estáis salivando y os apetece vivir una experiencia similar a la nuestra, chequead antes los horarios. Para agosto, es de miércoles a viernes, de 13:30 a 15:30 y de 20 a 22:30h. Los martes sólo ofrecen servicio de cenas, y el domingo y lunes, está cerrado.
El menú de 42€ incluye bebidas (agua o vino) y café, con la opción de tomarlo en el rooftop del hotel. Así lo hicimos, con vistas elevadas sobre el centro de Barcelona y la brisa, dejando pasar el tiempo. El colofón ideal de una experiencia que, insistimos, tiene una relación calidad-precio inigualable. ¡Altamente recomendable!
