Si de algo se está hablando en la Ciudad Condal es de la “movida” clandestina: cenas a ciegas, fiestas pop up, instrucciones de última hora, localizaciones exóticas, pasadizos a través de neveras… Sexy, atrevido, moderno, exclusivo. Opciones para todos los gustos y colores. Un concepto, una experiencia difícil de explicar si no la vives. Propuestas arriesgadas que buscan sorprendernos, hacernos sentir especiales, diferentes, parte de algo importante. Un club selecto. Una sociedad secreta. De los elegidos. De los cool, o como quiera denominarse.
A algunos de estos lugares se accede con contraseña, otros mediante reserva sólo con referencias o a través de puertas secretas. Incluso alguno es casi imposible de encontrar, escondido en algún lugar recóndito de la ciudad.
Nacida en New York y Londres (como casi toda revolución gastronómica), la movida clandestina surge para ampliar la oferta y generar más ventas, tratando de cumplir con las expectativas -cada vez más altas- de los comensales. ¿Qué motiva a las marcas a aventurarse en este terreno poco transitado? SIMPLE: La clandestinidad es sinónimo de engagement porque el componente “secreto” genera un boca-oreja brutalmente eficiente. Marcas como Alhambra, Jägermeister, Gin-Raw o Gin Mare buscan que la experiencia se convierta en un secreto a voces. ¿Cómo se lo han montado? Pues, cada una a su manera, según su audiencia y objetivos.
Alhambra ha ideado unas cenas privadas: escoge a los mejores chefs de la ciudad para que cocinen para un grupo selecto en un lugar especial, maridando materia prima de calidad con el elixir que los representa. Luces bajas, ambiente cálido, susurros, música en vivo. Los guiris no lo saben, los de a pie no lo saben. Sólo se enteran cuando lo ven publicado en las redes sociales de influencers, de foodies, de asesores gastronómicos, de gente que entiende que la gastronomía no es sólo un arte, sino una ciencia.
Jägermeister ha logrado ser sinónimo de clímax. “Vamos a por un Jäger” representa el momento justo en el que la fiesta se sale de control, y comienza la diversión. Los chicos del ciervo lo saben, y se han montado unas fiestas pop-up súper privadas: “Momentos”, las llaman. Una vez más, la mayoría de las personas se enteran cuando ya ha pasado y lo único que sienten es rabia, envidia, deseo. Ese deseo reprimido, ese mirar por el rabillo del ojo, ese escuchar disimulado.
Lo clandestino es el lado oscuro, que no tiene ninguna intención de pasar desapercibido, para adquirir la mayor cantidad de adeptos, detrás del telón. Lo clandestino no habla, no hace falta. Su mirada lo dice todo: se frota las manos y sonríe. Estas marcas están reclutando a los interesantes, a los sexys, a los aventureros, a los arriesgados. Se está formando un ejército de foodies y sólo ellos saben dónde ir, con quién y qué está pasando. Ellos lo saben.
El misterio. La excitación. La aventura. Lo PROHIBIDO.
Es justamente esta última palabra la primera que nos viene a la mente si pensamos en lo clandestino. Algo ilegal. Pero, curiosamente, la mayoría de propuestas – o por lo menos las que hemos descubierto- se encuentran dentro del marco de la legalidad. Por eso decidimos abrir foco. Fijarnos en ese denominador común de todo lo clandestino: hacer sentir especial a aquel que consigue entrar.
¿Cómo? A través del producto que ofrecen, del trato, de la exclusividad, del ambiente. Gin-Raw, por ejemplo, se abandera de un concepto nuevo: la ginebra gastronómica. Ginebra para los momentos en los que el paladar es el protagonista. Esto le abre un campo de trabajo creativo enorme. Y bien que lo ha sabido aprovechar. Imagina una cena donde la protagonista es una ginebra premium destilada a baja temperatura y que te ofrece como acompañamiento un menú de altura en el que cada plato se marida con un cóctel donde GINRAW es absoluta protagonista.
Lo sabemos, también se os hace agua la boca. ¿Qué ginebra crees que vas a pedir la próxima vez que vayas a un restaurante o a una coctelería? No tendrás ni que pensarlo, tus papilas gustativas te lo exigirán, recordando lo que has visto en las redes sociales acerca de este GINRAW Taste. Ya estás clandestinamente seducido.
Decidimos cerrar los ojos e imaginarnos cuál sería “nuestra” experiencia clandestina ideal. Como buenos amantes de la novela detectivesca, nos decantamos por un camino hacia la panacea lleno de obstáculos. Códigos por descifrar, laberintos repletos de posibles salidas, encuentros con personajes misteriosos… En definitiva, que el proceso sea súper excitante. Pero nos equivocamos. Al abrir los ojos estamos absolutamente sorprendidos; no hay laberinto ni personaje misterioso, sino cócteles en caracolas, cuero negro en el techo y un camarero con tirantes que nos acaba de atender en el Paradiso. Su aroma, su sabor, su presentación. Todo nos seduce. Hablo del cóctel, no del camarero. Esa sensación de haberlo logrado tiene su recompensa. Justamente eso: el disfrutar.
Otro ejemplo contundente es Gin-Mare. Juegan duro con la exclusividad, montándose unas quedadas clandestinas en terrazas privadas -de personajes importantes o reconocidos- para compartir los atardeceres y el skyline de la ciudad. Imagina que tu actor favorito, que el empresario que más admiras, que el escritor más guay te deje entrar a su casa para que bebas gin-tonics y vivas ese rush de estar bajo los focos. Atención, a todos nos gusta un poco de atención. La clandestinidad acaricia nuestro ego, nos eriza la piel, nos pone.
Verdad teatralizada o ficción inspirada en la realidad. Cualquiera de las dos opciones podría ser válida. ¿Moda? ¿Tendencia? Es difícil saber si la estrategia clandestina de las marcas ha venido para quedarse o si se la llevará la tramontana. ¿Lo probable? El concepto seguirá evolucionando; los creativos tendrán que estrujarse el cerebro pensando qué ofrecerle a una audiencia que cada día se siente más fuerte y más segura de lo que le gusta. Nos encanta lo desconocido, lo innovador. Nos atrapan las propuestas arriesgadas. Adoramos el juego de la seducción. Y la guinda del pastel: el efecto sorpresa. En lo clandestino, por supuesto, todo esto va implícito.
Marcas, get ready. Este juego no ha hecho más que empezar.