Casa Amàlia, el alma de las casas de comidas

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Casa Amàlia ha rejuvenecido aspecto y propuesta pero su alma de casa de comidas para y por el barrio sigue intacta, manteniendo la magia de las comidas que hacía Amàlia desde el 1950, en su restaurante aledaño al Mercat de…

Casa Amàlia ha rejuvenecido aspecto y propuesta pero su alma de casa de comidas para y por el barrio sigue intacta, manteniendo la magia de las comidas que hacía Amàlia desde el 1950, en su restaurante aledaño al Mercat de La Concepció, en pleno Eixample. Cocina honesta, buen producto y un servicio de sala impecable. Casa Amàlia es un lugar para descubrir y repetir.

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¿QUÉ DEFINE A CASA AMÀLIA?

Me perdonaran Sergi Suaña y Carles Huguet pero mi gran alegría, al traspasar la puerta, fue encontrarme con Jordi Castán, la tercera pata de esta sociedad de amigos responsable del nuevo Casa Amàlia. Nos conocimos en el Ona Nuit y me impresionó su estilo de servicio, medido y atento, justo, preciso como un reloj suizo. Es un animal de sala, y en cuanto Castán explica su historia, se entiende que esa profesionalidad está labrada, aprendida y perfeccionada. Con 43 años, ¡lleva 30 años en la profesión! Su trayectoria es larga y variada, pero que sirvan como pinceladas que el chaval de 13 años que empezó a trabajar como ayudante de camarero para ayudar a su madre a salir adelante acabó dirigiendo con 18 años el Golden Rock y que antes de cumplir los 30, había trabajado banquetes en el Hilton, atendido en servicio privado a realeza y autoridades (quienes sólo querían a Castán) y había desarrollado y encabezado proyectos como Mas Sant Lleí o Món Sant Benet en sus inicios. Otros proyectos que ayudan a definir el perfil de Castán son (y no en orden cronológico) Grupo Sagardi, Oaxaca, AN Grup y Hotel Colón aunque el gran reto siempre ha supuesto cuando el proyecto que ha encabezado ha sido propio: un restaurante en Bolvir de la Cerdanya (La Solana de Bolvir), otro en El Prat de Llobregat (Ona Nuit) y en la actualidad, el que dice que es su proyecto de vida, Casa Amàlia.

Sin querer apabullar con tanto dato, es importante sobrevolar el periplo profesional de Castán para entender que su papel en Casa Amàlia encaja como un guante. Dirige, coordina, atiende y tiene siempre un ojo tanto en sala como en cocina. Lástima que la mascarilla nos impida ver su sonrisa, aunque por suerte, sus ojos siempre lo hacen. Este trato formal, elegantemente comedido pero a su vez cercano es la atmósfera que acompaña en casa Amàlia a sus fabulosos platos.

Como ejercicio de coherencia, el producto fresco lo van a comprar casi a diario a las paradas del Mercat de la Concepció, con el cual casi comparten paredes. La premisa es trabajar el producto de alta calidad en su momento más álgido, para que la intervención en él desde cocina sea la mínima y necesaria para elevarlo. Esta proximidad también permite que los cuatro fuera de carta sean una grata sorpresa para quien busque un producto más exclusivo, con gran rotación. Cuando el producto que quieren trabajar no lo encuentran entre los paradistas, buscan directamente al productor, primando el origen: pollos de la granja Planeses, queso de oveja El Claustre, sobrasada de Xesc Reina, embutidos del Pallars Jussà, arroz de Pals… y así un largo etcétera que es visible en su carta.

¿QUÉ COMER EN CASA AMÀLIA?

La carta se divide en tres propuestas diferenciadas: el picoteo, los platos principales y los postres pero ojo que en Casa Amàlia se goza de mucho sentido del humor y se tiene que buscar los ingredientes detrás de nombres ingeniosos como Abraza al pulpo (pulpo de Sant Carles, braseado), ¡Vaya Morro! (torreznos confitados con ajo y romero) o Se te ve el plumero (pluma ibérica D.O. Valle de los Pedroches con patata baby). ¡Castán o su equipo os contarán la historia detrás de cada plato!

Nos sentamos a la mesa y admiramos la exquisita reforma que han hecho al local, manteniendo elementos de la antigua Casa Amàlia, con una iluminación sutil que seguro debe ser un hit cuando se quiere una cena íntima. O detalles como el piano de cola que preside el nivel altillo, y que cuando sea posible volverá a sonar en el interior y el exterior (cual hilo musical). O la soleada terraza, con servicio de mantel, estufas y mantas, gozando del tranquilo rumor que llega de las ruidosas calles València o Aragó desde su emplazamiento peatonal. Cuentan incluso con un reservado, con mesa para seis comensales y vistas a la cocina, gracias a un ventanal que une visualmente el reservado (en el altillo) con la amplia e iluminada cocina en la primera planta.

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Decididos a no salir de Casa Amàlia sin descubrir sus platillos icónicos, nos dejamos guiar por Castán. Lo primero que llega es agua, pan recién hecho (del vecino horno Éric & Benjamin) y aceite. Algo que, según nos explica Castán, no debe faltar en ninguna mesa como recibimiento. El aceite Verus se produce en Olesa de Montserrat, con olivos centenarios que hacen poca producción. Plato tras plato, nuestro entusiasmo aumenta, empezando con unos estupendos berberechos al natural de la Ría de Noia, una croqueta cremosa Planeses (con pollo de pasto de la granja Planeses) y otra de jamón (ibérico D.O. Valle de los Pedroches). Un dúo ganador suculento y sexy, con farsa cremosa y buen frito. Llega la Panalena mallorquina, un plato creado por Castán con un surtido juego de referencias y guiños a la berenjena del Parc Agrari, escalivada a la brasa con panceta y rellena de sobrasada de Xesc Reina, con coronación de miel ecológica del Berguedà. Un plato que acompaña a Castán en sus restaurantes y que presenta en la actualidad perfeccionado. La verdad es que es un plato muy interesante y potente, sin resultar pesado. 

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Continuamos con Tarrako Tosa-Mi, otra muestra de lo bien que trabajan el buen producto (atún Balfegó) y el sentido del humor: tataki de ventresca de atún con semillas de sésamo y salsa casera de soja. Al plato de pescado le sigue otro con tinte más tradicional, el Cochingote: lingot de cochinilo de cerdo negro de Mallorca con manzana de alta montaña, crujiente por fuera y meloso por dentro. Por último, un señor arroz, el Catavents. Una paella marinera de arroz de Pals con gamba roja, calamar y cigala, de intenso sabor al estilo ampurdanés, delicioso.

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No, no perdonamos el postre. Nunca. Y menos si hay recuit de drap y miel o una buena torrija en la carta. El recuit, de cabra de Ullastrell y miel ecológica del Berguedà. Nada más que decir aparte de chupetear la cucharita. La torrija Casa Amàlia, estupenda: briox del forn Éric & Benjamin bañado en chocolate blanco, coco y delicado turrón de jijona. Impecable.

Casa Amàlia

Cuando os decidáis a probar Casa Amàlia, por favor dejad que Castán decida con buen ojo clínico. Dejaros guiar por él con total confianza. Os avanzamos cómo irá el tema: entre dos y tres platillos para picar y dos principales para compartir, finalizando con un buen arroz. De carta o de fuera de la misma, porque es una especialidad que miman hasta el punto de tener una del día. Ah, y lo mismo con los vinos. No trabajan con un número muy extenso de referencias, pero las 10 de blanco, las 10 de tinto y los 10 espumosos se han escogido a razón de su origen en proyectos interesantes de pequeñas bodegas, con preeminencia del vino catalán, con el apoyo de Marià Bigordà de Gran Anyada. Como ejemplo, el vino propio de Castán, Alta Volada, elaborado en Marçà (D.O.Montsant) con un coupage de garnacha y cariñena, uvas autóctonas.

El suspiro al finalizar la comida es de satisfacción y de comodidad, porque Casa Amàlia será un refugio para comer bien y a gusto en numerosas ocasiones futuras. Abierta a caballo entre junio y julio del 2020, Casa Amàlia mira al futuro con la certeza de ofrecer buenos platos tradicionales, buen producto y un servicio que encandila. Un sota-caballo-rey que realizado con esta honestidad, merece tener las mesas llenas, y más a un correctísimo ticket medio de 35€ por persona. También disponen de una carta take away con 7 de sus platillos más representativos de su carta: arroces, canelones, fideuà o pulpo a la brasa.

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