Y ya, puestos, como el 13 de Septiembre es el Día Internacional del chocolate te contamos los secretos de este dúo y dónde disfrutarlo.
Churros con Chocolate: Un Clásico en el Día Internacional del Chocolate
Cuando se piensa en chocolate caliente, se piensa en churros, porras, melindros… ¿Cómo puede ser que unos alimentos tan sencillos despierten pasiones hasta el punto de ser protagonistas de celebraciones? El chocolate caliente con churros se come el día en que se estrena un año, en Navidad, después de asistir a la Cabalgata de los Reyes, en fin de semana o incluso un día laboral que necesita de algo de autoindulgencia. Así es, algo tiene el chocolate que, mojado con estas delicias, parece completo.
El chocolate apareció en nuestras vidas hace relativamente poco, se cuenta que Hans Sloane, a finales del s.XVII, descubrió en un viaje a Jamaica una bebida deliciosa y muy energética: mezclaban el cacao con agua caliente y la emulsionaban hasta crear una bebida de consistencia casi cremosa. Esta bebida, cuyo origen parece estar en el 1.500ac en México, por la época en la que Sloane la descubrió, ya era ámpliamente consumida en el Caribe y Latinoamérica. Sloane tiene el crédito por llevársela a Europa y mezclarla con leche, para rebajar la potencia del paladar y agradar más al gusto europeo, poco versado.
Un siglo después, en el s.XVIII, las chocolaterías en Barcelona y Madrid proliferaron como espacios de lujo a los cuales acudían a consumir chocolate en sus diferencias texturas, desde más claro a más denso. Y en el siglo XIX, gracias a los procesos industriales nacientes, fue accesible a una ámplia masa de población, que empezaron a degustarlo con pastas. La más famosa de Madrid, la Chocolatería San Ginés, fundada en 1864, es buena muestra de ello y en Barcelona, la Pastelería Farga (1824) incluso ofrecía en servicio a domicilio, preparando esta delicia en la casa del cliente. El Café Zurich o el Café de la Ópera, de hecho, ¡Empezaron como chocolaterías!.
En Barcelona incluso tenemos nuestra propia calle chocolatera, la calle Petritxol y en ella se encuentran dos estandartes de nuestra tradición chocolatera asociada a los churros, porras y melindros: la Granja Dulcinea (1841), fundada por Joan Mach y Elvira Farràs, y la Granja Pallaresa (1847). A esas dos “granjas” se le suma otra histórica que, de hecho, es a quien debemos que a estos establecimientos se les llamara en Barcelona “granjas” y no “chocolaterías”: la Granja Viader (1904). Joan Viader, su propietario, no sólo inventó el Cacaolat sino que fue pionero en transformar las lecherías y vaquerías en lugares donde degustar en un formato de ocio, sobretodo cuando al chocolate le destronó el café.
Ya más contemporáneas, las chocolaterías donde disfrutar de buenos churros tiene otros plus, que no son la historia… pero saben deliciosamente bien: La Nena, en Gràcia, no solo sirve unos chocolates fantásticos sino que puedes echarte alguna partida de cualquiera de los juegos de mesa que allí tienen. La Trébol, conocidísima churrería, ofrece su propio chocolate para llevar, pues no tiene espacio de degustación. Y de igual manera, en Sagrada Familia, La selecta de churros es el relevo a una churrería mítica de los años 50 del siglo pasado, la Xurreria de la Sagrada Familia.
Y ya que el matrimonio entre el chocolate y el churro está tan asentado y goza de tan buena salud, esta manía chocolatera tan saludable y placentera ha hecho que no solo hayan persistido marcas centenarias como Amatller, Jolonch o Simón Coll sino la proliferación de especialistas como Inblan, que con su maquinaria han ayudado a que esta unión se mantenga fuerte con sus innovaciones en la máquina chocolatera o en la de hacer churros y porras.. Ya solo nos queda hacer un hueco en nuestras agendas y pasarnos a disfrutar de un buen chocolate con churros, ¡Que bien nos lo merecemos!