Chamako es el tercer proyecto de un viejo conocido del panorama gastronómico en Barcelona, Leo Chechelnitskiy, pero a su vez es el renacer del primero de todos, el Sasha, con un concepto global que ofrece grandes noches con buena comida y coctelería, donde priman los que se realizan con base de tequila y mezcal.
Chamako es un juego de palabras entre chamaco (así llaman en México a los niños) y Mako, un nombre muy común en Japón que se podría traducir como “niño de la verdad”. En este caso, el personaje en el que se ha inspirado Chamako es ficticio, pero daría para un buen guión: Miguelito se escapa de su DF natal siendo un niño con destino a Tijuana, donde aprende a sobrevivir en la calle vendiendo tacos y chilaquiles, dos recetas que su abuela le había enseñado. Creciendo a pasos agigantados, salta de país en país trapicheando hasta que llega a Japón, donde aprende a cocinar con técnica y lo incorpora a sus recetas de infancia. Este Miguelito, ya adulto pero con esa rebeldía en el alma de forma eterna, es el patrón de este restaurante que, como reza el lema, ya se conoce por ofrecer “mandanga de la buena”.
Esta ficción (¡Que nadie identifique con la historia de Leo!) redondea la experiencia, donde el interiorismo, los uniformes del equipo de sala, la disposición de los platos en la carta y la ambientación llevan al comensal a experimentar esta historia, este viaje vital de un pobre diablo crecido entre ladrones y borrachos que consigue su objetivo, empezando por platillos y botanas mexicanas y adentrándose en el mestizaje de los platos conforme se avanza en la cena.
El hit indiscutible es el carro de guacamole, por el show y por el sabor. Pídelo y prepararán el guacamole frente a tu mesa y a tu gusto, escogiendo entre diversos sazonados. El resultado es sabroso y sedoso, sin nada de oxidación, desplegando en el paladar un sabor nuevo y auténtico.
El trayecto a través del mexicanismo sigue con dos ceviches: el ceviche Chamako de gambas con leche de tigre y maracuyá y el Anticeviche, de corvina con leche de tigre del Pacífico, dos versiones aptas para quien adore un buen ceviche, sea intenso o de sabor más reposado y con menos potencia.
El guiño asiático se percibe con otros dos entrantes estupendos. La gyoza Jalisco está rellena de un delicioso guiso especiado con la carne desmechada de asado de tiro, vacío, cuello, rabo de toro y punta de pecho, aderezado con soja cantonesa. La veggyoza tiene una farsa de tofu duro, bambú y setas secas japonesas (lo que en esta casa llaman fake pollo vegano), con salsa sweet chili de maracuyá. Dos buenos bocados.
México, sin los totopos, no sería tal. En Chamako lo tienen claro y ofertan una de las selecciones de nachos más amplias de la ciudad. Nos decantamos por el Com-padrino y no fallamos: totopo casero con topping de salsa madre de cheddar trufado, straciatella de burrata, oliva deshidratada y pesto. Nos habían hablado maravillas de nuestra segunda elección, los Nacho Macho. Primero, por su presentación y segundo, por la intervención de un machete en escena. Literalmente. Se sirve una tortilla de maíz de 23cm con base de ají amarillo, pollo y queso y se gratina como si de una pizza se tratara. Así llega a la mesa, con el machete, necesario para partir esa gran tortilla en pequeños trozos como si fueran totopos, a machetazo limpio. No solo es divertido, ¡está buenísimo! Y como final, la mousse chococabrón. Ojo al dato: mousse de chocolate con queso de cabra y mermelada de jalapeño. Salimos por la puerta grande.
Hay diversión a raudales, platillos ingeniosos y una presentación aún más imaginativa. Una buena muestra de cuando la creatividad está al servicio de la calidad y la buena comida se disfruta como se disfrutan los buenos cócteles: en compañía, sin prisas y con ganas de jaleo. Ayuda un ticket medio muy contenido: 35€/pax y un horario nocturno amplísimo, pues todos los días abren a las 18h y cierran a medianoche, excepto jueves, viernes y sábado que alargan hasta la 1. ¿A qué esperas?