Vastos prados verdes, playas kilométricas bañadas por el mar Cantábrico y parajes montañosos únicos. Así se podría resumir la topografía de Asturias, una comunidad autónoma donde el clima, los paisajes y sus productos han marcado fuertemente una gastronomía de la que… ¡Sorpresa, puedes disfrutar en Barcelona gracias a dos locales en El Born! Llamber o El Chigre 1769 nos acercan a la gastronomía asturiana en perfecta fusión con la catalana. Un mix inspirado por el mar y montaña asturiano que no hacen más que sumar cuando se une al mar i muntanya.
En una de las callejuelas del emblemático barrio, concretamente la dels Sombrerers, está El Chigre, una sidrería/vermutería perfecta para visitar en cualquier momento del día. Su nombre es una palabra asturiana que responde a dos definiciones. Una, se trata de la herramienta tradicional utilizada para abrir la sidra. Dos, así se hacía referencia al punto de encuentro de los trabajadores de la mina y, efectivamente, se expendía sidra. Sólo algunas bebidas tienen el privilegio de tener establecimiento con nombre propio.
Allí, como decimos, disfrutarás en cualquier momento del día, ya que su carta tiene diferentes opciones que se adaptan a la franja horaria en que vayas o el hambre que tengas en ese momento. A ritmo de rumba catalana, comenzamos el festival escanciando sidra. Los primeros platillos que tocaron mesa fueron unas patatas chips con olivas, mejillones y salsa de vermut; boquerones y pan con tomate. Unos clásicos no fallan a la hora del vermut, pero que se disfrutan igual de bien con sidra.
Seguimos con platillos para compartir, de Asturias, Cataluña y la mezcla de ellos. Unas bombas de carne con alioli quemado y brava con chipotle que son un espectáculo en tu paladar, seguidas de una sardina ahumada con escalivada. Este último un claro ejemplo de la fusión que practican en este acogedor local.
La cosa fue in crescendo y tras estos entrantes llegó otro que nos dejó con ganas de más: Patatines al cabrales praliné de avellana y esencia de trufa. Unos sabores potentes en perfecto equilibrio que son, sin duda, uno de los motivos por los que volveremos. Además de por una atención de 10. (¡Gracias Arnau!)
En este punto ya habíamos conseguido “fartarnos”, el único objetivo de El Chigre. Sin embargo, aún quedaban dos platos principales la mar de potentes. Por un lado, un pulpo al Josper sobre milhojas de patatas y cebolla caramelizada y chimichurri marino. El recuerdo a la brasa y el chimichurri marino nos hicieron olvidar el punto en el que estábamos. Fue entonces cuando llegó la fabada asturiana. ¿Os esperabais esta? Un plato de cuchara impresionante y con un punch de campeonato.
Para finalizar, una tabla de quesos típicos asturianos donde el cabrales no faltó. Así, finalizó nuestra experiencia en esta sidrería/vermutería catariana donde se entra en un limbo fantástico entre dos tierras, dos lenguas y dos cocinas que se entienden en un único diálogo, la gastronomía.
Unos días después y con la digestión hecha, nos acercamos a Llamber, el hermano mayor donde los platos salen de la tradición para ofrecer algo más. Su concepto de una gastronomía moderna basada en una carta de tapas creativas que une lo mejor de las dos cocinas, en un ambiente desinhibido y una sala bien decorada, tiene como único objetivo el disfrute de todo aquel que cruce la puerta.
El servicio es impecable y aquí, quizá más que nunca, los camareros hacen un gran servicio, pues más que traer y llevar platos, te conducen por ellos. Con la premisa de compartir, se pide al cliente que se deje aconsejar y guiar en esta aventura corta pero intensa.
Dicho y hecho, hacednos disfrutar. Empezamos con un pan con tomate. Rústico y sabroso, más de allí que de aquí. Vino el vino, valga la redundancia. Un Verdejo de la casa Marqués de la Concordia que acompañaría las tapas que estaban por llegar.
Las Anchoas de l’Escala en pan de espelta con tomate confitado y cebollino pusieron las expectativas altas. Esto va bien no dijimos entre foto y foto y antes de que pudiéramos darnos cuenta ya nos introducían al siguiente entrante: buñuelos de bacalao con alioli de miel, un creación fuera de carta que el chef quiso que evaluáramos.
Ahora sí, vamos a ver qué se cuece aquí. La primera sorpresa fue visual y es que el Carpaccio de remolacha con aceite de pistacho, yogur, frambuesas y langostino parecía arte. Colores, texturas y un sabor equilibrado cuando todos los ingredientes se encontraban en el paladar. Que el ritmo no pare, pensé.
Y no paró. La Morcilla de Burgos con una línea de tomate confitado, chipirones, aceite de ajo y perejil y una salsa a base de la reducción del calamar no hizo más que avivar la llama del entusiasmo por aquellas creaciones nacidas de la unión de dos culturas y un buen producto, el de mercado.
A los pocos minutos aterrizó la carne, pero esta vez con el sólido venía un nuevo líquido: Les Crestes, un tinto de la bodega Mas Doix en el Priorat. Volviendo al plato, deciros que se trataba de un Codillo de cerdo con buñuelitos de boniato con corazón de zanahoria en reducción con ras el hanut que sirvió para confirmar una vez más lo mágica que puede ser la carne de este animal en las manos correctas y también para despedir los principales, permitiéndonos respirar hasta el postre.
Aquí sí que nos alejamos del todo de la cocina catalana para sumergirnos en los sabores de una reinterpretación de dos clásicos de la tradición asturiana. Primero fue el turno de las Casadilles, una fritura rellena de frutos secos, azúcar glas, esencia de naranja servidas con crumble y helado de romero. Con el cupo de dulce cubierto, pasamos al queso. Obviamente no nos íbamos a ir sin un trozo de Cabrales. Pero no uno cualquiera, nos dieron uno especial que madura en cuevas y lo lavan con el agua de las propias estalactitas. Sencillamente brutal.
Los postres fueron maridados con una Manzanilla Rey Fernando de Castilla y, sin duda el mejor trago de la comida, una Malvasía Volcánica de Lanzarote elaborada en la finca de Los Bermejos.
Llegados a este punto y con tanto ir y venir de Asturias, lo suyo habría sido una buena siesta. Hacedlo aquellos que podáis.